Las
nuevas tecnologías, sin duda, han provocado cambios profundos en el campo
editorial, en el mundo del libro, y la crítica literaria no es una excepción.
Pero, ¿cuál es la función de la crítica hoy? ¿Tiene importancia el hecho de que
sea en papel o en formatos digitales? ¿La crítica debe ser más intelectual o
más “de masas”, en la que cualquiera puede participar? Para intentar responder
a estas cuestiones veremos las diversas opiniones que algunas personas
relacionadas con la esfera editorial tienen al respecto, e intentaremos llegar
a unas posibles conclusiones.
Según Marie Arana, escritora de The Washington Post, El crítico literario es un guardián cultural,
un juez que ha leído mucho, conoce el canon literario y posee una amplia
variedad de experiencias con muchos géneros (…) Somos informadores, educadores
y animadores. Esta definición parece responder a la del crítico
intelectual, que tiene unos amplios conocimientos literarios y establece un
juicio en torno a las obras literarias en función de un canon, de manera que
guía el gusto del público. En relación con esta postura, el escritor y
periodista Benjamín Prado afirma: Para ser crítico hace falta una preparación
específica, estar muy entrenado en el gimnasio de la lectura. Una crítica es
más que una opinión personal.
Desde otro punto de vista, Mario Jursich, periodista de la
revista colombiana El
Malpensante, dice lo siguiente: Pienso que la crítica literaria
no es un asunto de expertos; por eso me parece [la
democratización en la red] una opción saludable que además
ha contribuido a volver más plural el contenido de algunos diarios.
Es decir, para él abrir la posibilidad al gran público de escribir crítica dota
a esta de una mayor riqueza de perspectivas. En la línea de esta idea, el
escritor y crítico Alberto Olmos opina que el crítico puede ser cualquier persona que
consiga transmitir a su vez un gusto coherente y
una práctica honesta de su labor opinativa.
Respecto a la diferencia entre el formato en papel y la edición
electrónica, algunas personalidades son reacias al universo digital, como
Christopher Domínguez Michael, experto en literatura, quien escribe: Soy un crítico a la antigua.
Solo leo libros impresos, y de Internet solo me sirvo para comprarlos. Sin
embargo, una buena parte de los intelectuales parecen reconocer la necesidad de
recurrir a la web para no quedarse desfasados; para el escritor y crítico Vicente
Luis Mora es un prejuicio la consideración de que el papel
es un síntoma de calidad.
Más que en el hecho de que la crítica sea en papel o en versión
digital, el debate parece estar entre una crítica intelectual o una crítica más
“popular”, como comentábamos, así como entre la prensa (impresa o digital) y
sus suplementos, por una parte, y los blogs, por otra. La novelista y profesora
Ana Rodríguez Fischer, crítica en Babelia, suplemento
cultural de El
País, afirma que entre la crítica de los suplementos y la de los
blogs hay
una gran diferencia: la de los suplementos está sometida a filtros, cedazos,
jerarquías, contrastes, y por lo general sus autores están acreditados o han
refrendado su profesionalidad, lo que no siempre sucede en los blogs.
No obstante, Fischer reconoce que hay blogs que merecen crédito pues los
escriben autores expertos en la materia, y la periodista Eva Orúe defiende que
en los blogs literarios hay más espacio para géneros como la literatura
infantil y juvenil, fantástica, de ciencia-ficción o romántica (“La crítica en la era de tuits”,
cultura.elpais.com, 05/06/2014). Además, no parece que los blogs o las redes
sociales sean los únicos lugares donde con frecuencia la crítica pueda no tener
la calidad esperada, ya que, según el periodista de Ser escritor Manuel de Ordoñana, Las páginas culturales de los
periódicos y las revistas especializadas se acercan cada vez más a una guía de
novedades o un boletín de noticias, en las que privan los intereses de la
industria editorial.
En relación con esto último, planteamos si la crítica ha de
responder a unos intereses económicos o ha de tener como fin el servir de guía
cultural a los lectores. Creemos que es posible un término medio, al igual que Claire
Armitstead, editora literaria del periódico británico The Guardian, quien
señala sobre la crítica literaria: Es una parte vital de la
economía cultural. Una de las pocas formas capaces de poner un espejo delante
de nuestra sociedad y sus valores. Tiene un valor social. Pensamos,
en efecto, que la crítica literaria debería tener una función social,
destacando aquellos libros que reflejen mejor cómo es nuestra sociedad, con sus
virtudes y defectos, y así se puede hacer reflexionar a los lectores y hacernos
mejores ciudadanos. Y creemos que para eso hacen falta críticos con un bagaje
cultural y con una capacidad de análisis profundo del sentido de las obras
literarias, tanto en la prensa escrita o digital como en blogs. En el polo
opuesto estaría el tipo de crítico del que habla Manuel de Ordoñana: un simple comentarista que recoge
la opinión de lo que tiene más a mano: notas de prensa, la sinopsis en la
contraportada o el contenido del primer artículo que encuentra sobre la obra en
Internet, algo que, personalmente, nos parece poco honesto.
Incluso en casos no tan graves como el que plantea Ordoñana,
pensamos que, si quien escribe no es ducho en la materia, sería preferible
hablar de opinión y no de crítica, en
consonancia con la cita anterior de Benjamín Prado y con lo que afirma Jorge
Aulicino, poeta y editor del suplemento Ñ, de Clarín (Argentina): No hay una democratización de
la cultura sino de la opinión.
Obviamente, defendemos que todo el mundo tiene derecho a opinar
en la red sobre los libros, pues además los autores tienen muy en cuenta la
opinión de los lectores. Pero también pensamos que esto no debería sustituir al
trabajo de la crítica especializada, que, como hemos opinado anteriormente,
tiene una función social. Asimismo, puede servir de ayuda a un lector que no
sepa qué libros escoger entre la infinidad que hay actualmente en el mercado,
pues se escribe y se edita más que nunca. Una crítica intelectual puede
mostrarnos qué libros son interesantes a parte de los best-sellers y abrir nuestro abanico de
experiencias culturales enriquecedoras.
No obstante, la librera Lola Larumbe, dueña de la Rafael Alberti
de Madrid, opina que los criticos tienen menos influencia que los esscritores
de renombre: La
mejor recomendación es la de otro escritor muy reconocido. Que cite un libro
Vargas Llosa o Muñoz Molina. Eb ese sentido, creemos que es
importante para el futuro de la crítica que escritores reconocidos participen
en ella, pues si sus ideas tienen más impacto en la sociedad que las de otros
críticos, ello contribuye a que el público se anime a leer las obras que
reomiendan, y, por tanto, a que seamos más cultos y con más capacidad de
pensamiento crítico.
En conclusión, pensamos que la crítica especializada es
importante para servir de guía a los lectores en un mercado editorial amplio y
heterogéneo como es el de la esfera digital. También creemos que tanto en la
prensa escrita o digital como en los blogs hay estudios críticos de más calidad
que otros, por lo que los lectores hemos de saber observar y elegir bien los
documentos que manejamos. La crítica literaria debería enseñarnos a ser
nosotros mismos críticos con lo que leemos; pensamos que eso es imprescindible
en una sociedad democrática. Por eso insistimos en que la crítica
literaria, como cualquier crítica, debe tenr un fin social -aunque no pueda
dejar de formar parte de una industria cultural-, enseñándonos a
descubrir en los libros sentidos sobre el mundo, la sociedad y el ser humano,
ayudándonos a ser mejores.
BIBLIOGRAFÍA
- “La crítica en la era de tuits” (en línea), cultura.elpais.com/cultura/2014/06/05/babelia/1401993598_180059.html (fecha
de consulta: 4 de octubre de 2014).
- “Radiografía de la crítica literaria” (en línea), elpais.com/diario/2011/11/26/babelia/1322269936_850215.html (fecha de consulta: 4 de octubre de
2014).
- “La crítica literaria” (en línea), serescritor.com/la-critica-literaria (fecha de consulta: 4 de octubre de
2014).
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